No había texto que describiera mejor lo que pienso y siento...
Me gustaría que todas esas personas que tienen un perro, un gato, un canario o un caballo, se imaginasen a su “compañero” siendo ahorcado, ahogado, reventado a perdigonazos o con una tranca permanentemente aferrada a su pata, seguro que en la mayoría de los casos se les revolverían las entrañas y lucharían contra semejante crueldad. Pues ahora, que me expliquen la diferencia entre su “amigo irracional” y todos los perros de cazadores, jabalíes, zorros, visones, gallinas, toros, caballos, ocas o palomas que mueren entre terribles sufrimientos mientras ellos, no hacen nada por evitarlo. Y es que poco tiene que ver el dolor si es mi hijo el que lo padece, con el de un niño palestino, ¿verdad?, pues algo parecido ocurre con los animales, que mientras a mi perro no lo toquen, da igual que en la perrera que hay a quinientos metros de mi casa, los sacrifiquen a la semana de ser capturados o que le atraviesen con acero los pulmones a seis toros en la plaza que hay a un kilómetro. Y los que protestan contra eso son peligrosos extremistas o simples majaretas, dependiendo de mi grado de afición a la tauromaquia. Entre crueldades, cobardías y egoísmos, chapoteamos cada día en un mar de sangre ajena.
Autor: Julio Ortega Fraile.
jueves, 22 de abril de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)